martes, 6 de mayo de 2014

En busca de la felicidad


Javier Echevarría presenta un unipersonal llamado Se busca emprendedor.

Javier Echevarría se sube nuevamente a un escenario para presentar un unipersonal llamado Se busca emprendedor, espectáculo que muestra que todos pueden alcanzar sus sueños si se lo proponen.

Por: Nilton Torres Varillas

"Hay grandes historias. De gente muy pobre que se vuelve muy rica. De gente desconocida que se vuelve muy famosa… pero también están historias como la tuya o como la mía".

Javier Echevarría, descalzo y vestido de negro, está parado en medio del escenario del Teatro Mario Vargas Llosa: ochenta y tres metros cuadrados ocupados solo por el actor y unos cubos que, según lo necesite, se convertirán en un ecran, una montaña, un auto, o un podio.

Un escenario desde donde se dirige a un auditorio que conforme pasa la hora y cuarenta minutos que dura el espectáculo, descubre que no ha ido allí para reírse un rato con las ocurrencias del actor, sino para participar de una especie de terapia de grupo masiva que apunta a hacer ver que depende de nosotros mismos el que podamos alcanzar nuestras metas.

Y por eso la gente participa, responde a las preguntas que se le hacen desde el escenario. Salta, grita, se motiva. Una catarsis que Javier Echevarría prefiere llamar encuentro.

"Un encuentro terapéutico donde las personas participan. Una terapia entendida como el encuentro saludable entre seres humanos. Y no es que uno le haga terapia al otro, yo también me la hago a mí mismo".

Javier Echevarría, es actor y psicólogo. Dos profesiones que se ha propuesto unir en una sola y en ese empeño, en el que está desde hace ya algunos años, se gesta el espectáculo llamado Se busca emprendedor.

Emprendedor es aquel que toma la decisión de lanzarse a la aventura de alcanzar una meta difícil o que contiene algún riesgo.

Y Echevarría está embarcado en la empresa de ser el dueño de su propio destino.

Emprende, emprendedor

La casa Polila está frente a un parque que parte en dos la cuadra cuatro del jirón general Borgoño, en Miraflores. Polila era como llamaban cariñosamente a la abuela de Javier Echevarría, Elsa, una mujer que vivió hasta los cien años y que cuando cumplió los noventa, sorprendió a la familia con su deseo de vivir sola por primera vez. Para eso, la abuela se instaló en esa vivienda de dos pisos en la que ahora Javier y su hermana Malú, han montado el centro de terapias y talleres que, en honor a ella, lleva su nombre.

"Durante diez años Polila vivió aquí como una mujer independiente". Una década que bastó para que ella dejara su energía en ese lugar que le sirve a Echevarría para poner en práctica su formación en artes expresivas, una especialidad donde la combinación de las distintas disciplinas artísticas se usa como terapia.

"En mi caso, utilizo la técnica del teatro con un fin terapéutico. Siempre digo que lo que pretendo es ser algo así como un "psicoactorólogo". Es decir, una mezcla de psicólogo y actor". Profesión convergente en la que se siente cómodo y útil.

Su necesidad de compartir esa personalísima forma de vivir la actuación se puso de manifiesto en sus dos espectáculos anteriores, En busca del amor (2005) y Sin pecado original (2012), pero fue recién con Se busca emprendedor que entendió que lo que debía hacer no era mostrar eso a través de un personaje, sino siendo él mismo.

Y eso se lo hizo ver Armando Machuca, director de la obra y con quien compartió su formación de claun.
En diciembre del año pasado ambos se pusieron a trabajar, y –tomando como insumos los talleres que Javier ofrece de orientación vocacional y su charla llamada Tu vida cuenta–, fueron estructurando el espectáculo que hace un recorrido por su vida.

Desde su niñez y adolescencia, en la que se le presenta como un chico tímido, hasta el autodescubrimiento de sus dotes de actor y orador, como una forma de vencer ese apocamiento.


Luego llegan los estudios de psicología pero sin dejar de hacer teatro, lo que lo hace ver como un bicho raro ante sus compañeros universitarios. A eso le siguen las telenovelas y esa manifiesta aspiración a convertirse en "galán" y, para ello, se mete a la cama con Susan (León), en un episodio que también recuerda sobre el escenario.

"Si revisas todas las entrevistas que hice desde que empecé a actuar, en todas digo 'Yo no soy galán y no me interesa', pero examinando las decisiones que tomé en mi vida, creo que más que ser el galán, lo importante para mí era ser el protagonista".

Tan importante que en el 2008, cuando incursionaba con éxito en la televisión en la faceta de conversador en el programa 3G, y estaba a la mitad de su posgrado en Artes Expresivas, para apuntalar su carrera de psicólogo, lo llaman para ofrecerle su primer papel protagónico en una telenovela colombiana, producida por Fox Televisión y con un sueldo astronómico.

"Nunca había vivido en el extranjero, nunca había sido protagonista, así que dejé todo y me fui". Y sobre el escenario se ríe ahora de esa experiencia que no resultó del todo grata ya que a la telenovela que protagonizó, Infieles anónimos, no le fue muy bien y fue levantada del aire muy pronto.

Pero no fue todo. El dinero que ganó con la novela lo invirtió en la bolsa y al llegar la crisis lo perdió, casi todo.

A los 40 años, Javier Echevarría volvía al Perú sin dinero y no le ofrecían trabajo.

"Me compré una bicicleta y todo el mundo me decía 'qué ecológico', pero en verdad no tenía ni para el taxi. Así que empecé de nuevo, quebrado pero decidido y con foco. Tenía claras las cosas que quería hacer".

En el camino

Javier Echevarría tiene 45 años. De ellos, 24 de psicólogo y 23 de actor.

Su entrada en Wikipedia dice que ha participado en 23 telenovelas y teleseries, 20 obras de teatro, 6 películas y 4 programas de televisión.

"Creo haber encontrado una veta de exploración en lo que hago ahora, y para nada siento que ya lo logré".

A Echevarría le encantaría hacer cine. Quizá también vuelva al teatro tradicional, y quién sabe si también a las telenovelas. Pero todo ello si es que lo produce él, ya que de lo que se trata, en términos metafóricos, es que quiere ser el dueño de su destino.

"Si decido yo lo que quiero expresar, bacán. Porque eso es ser emprendedor".

Son nueve semanas, 33 funciones, en las que Javier Echevarría hará las veces de un instigador del emprendimiento, de guía espiritual que no recita mantras ni apela a la imagen de gurú de la autoayuda.

"Los gurúes son obsoletos. Ya no sirve el vínculo vertical. Ahora es el tiempo en el que todos somos maestros de todos. Hay una mala fama con la autoayuda y a mí me da mucha risa, porque lo único que existe en el mundo es la autoayuda. Cada uno se ayuda a sí mismo, solo necesita saber cómo hacerlo".

Para Javier el actor, el psicólogo, el "psicoactorólogo", quedan libros por escribir y muchos shows.

También quiere continuar con sus grupos de terapia y con la conversación en la televisión. Está full, pero ahora es él quien se monta sus horarios, y su vida se rige por sus propias decisiones.


"Estoy tomando las riendas de mi vida y yendo en una dirección. Estoy construyendo", dice. Apelando a la alegoría del campo, Javier Echevarría está ahora mismo parado sobre la tierra arada y arrojando las semillas. Ya llegará el día cuando le toque contar, sobre un escenario, cómo son esos frutos que recogerá.

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