Por: Editorial de El Comercio
A su paso por Lima, el premio Nobel de la Paz 2006, Muhammad Yunus, ha dejado una serie de trascendentales ejemplos que los peruanos debemos acoger y debatir internamente para resolver el acuciante problema de la pobreza, que agobia a millones de compatriotas.
Su experiencia es realmente extraordinaria y fructífera, lo que le ha valido ser conocido como el banquero de los pobres: en su país, Bangladesh, creó un sistema para dar créditos a los más necesitados, el banco Grameen, hoy modelo de excelencia en microfinanzas imitado por muchos países.
Invitado por el Centro Global para el Desarrollo y la Democracia, Yunus fue condecorado con la Orden El Sol por el presidente Alan García. Seguidamente hizo un llamado a los peruanos a fomentar el microcrédito, pero advirtiendo una cuestión fundamental: los gobiernos no deben involucrarse directamente en los créditos, sino impulsarlos. ¿Cómo? Pues con una legislación que promueva este sistema, cree un clima favorable para ello y establezca un fondo dirigido a las entidades con experiencia en el otorgamiento de microcréditos, principalmente del sector privado, para que se encarguen de la gestión y operatividad.
En el Perú tenemos, desde hace cierto tiempo, exitosas entidades dedicadas a otorgar crédito a las medianas y pequeñas empresas, importante motor de la economía nacional. De acuerdo con la Cámara de Comercio de Lima, las mypes (mediana y pequeña empresa) aportan el 42% del PBI, monto sumamente considerable. El reto, entonces, es abrir los cauces para hacer del microcrédito, en cantidades relativamente pequeñas, un instrumento extendido y dinámico que, en la experiencia de Bangladesh, ha sido puntal decisivo para reducir la pobreza en 50% para el año 2015 y al 100% en el 2030.
La fórmula de Yunus descansa en empoderar a las mujeres pobres, quienes reciben los créditos y se hacen responsables por ello, con resultados extraordinarios. El dinero prestado a las mujeres, subraya, tiene mayor impacto en las familias, pues lo utilizan para el sustento básico y para educar a sus hijos, con lo cual se han mejorado los niveles de escolaridad. El objetivo, hoy, son los hijos de los prestatarios, imbuidos de una nueva mentalidad dirigida no tanto a buscar empleo, "sino a crear empleo para los demás", lo cual mueve un engranaje infinito de desarrollo social.
Y, así como ha sido enfático en advertir sobre la negativa injerencia de los gobiernos en cuestiones operativas de los créditos, Yunus es muy crítico sobre el modo errado como se entiende hoy la responsabilidad social de la empresa privada. Tenemos que cambiar el esquema basado en la caridad, la filantropía y la buena imagen de la empresa, para pasar a otro que lleve a la creación de nuevas empresas sociales, ha explicado.
La macroeconomía atraviesa por un ciclo virtuoso, que debemos apoyar para avanzar en la ruta del desarrollo. Sin embargo, como lo hemos advertido, hay aspectos relativos a la inclusión social y la redistribución que tienen que ser abordados de modo urgente, orgánico, sostenido y descentralizador, en lo cual el sistema de microcréditos podría resultar sumamente beneficioso. No desaprovechemos la oportunidad de hacerlo.