Toda crisis supone cambio, y por ello, es necesario un cambio de mentalidad para adaptar nuestro comportamiento al nuevo orden social, de forma que podamos sacar el máximo partido a las ventajas que éste nos ofrece.
Uno de los principales factores del cambio que hemos vivido en estos últimos años procede del fenómeno de la globalización con la mejora de las técnicas de comunicación. Esto implica que simplemente con un ordenador portátil y con un teléfono móvil podemos estar en contacto con cualquier lugar del mundo, y nos permite saber en tiempo real lo que está sucediendo en otras zonas del planeta. Consecuencia directa de este fenómeno es que aumenta la competencia en la fabricación de los bienes de consumo buscando la optimización de los costes de producción para poder ofrecerle al consumidor precios más asequibles.
Gracias a las innovaciones tecnológicas, el mundo del trabajo se enriquece con nuevas profesiones, mientras que otras desaparecen. En la actual fase de transición se asiste a un pasar contínuo de empleados de la industria a los servicios, perdiendo terreno el modelo económico y social tradicional vinculado a las grandes fábricas y apareciendo el fenómeno de la descentralización productiva, lo que se ha dado en llamar “outsourcing” , con una mayor especialización de la producción. De este modo estamos viviendo una transición del trabajo caracterizado por una fuerte dependencia en una estructura organizativa rígida y centralizada, a sistemas de organización más flexibles, que ofrecen una mayor autonomía al trabajador y por tanto le permite un mayor desarrollo de su capacidad creativa, consecuentemente se consigue una mayor valoración de su trabajo y aumenta su retribución, así como las posibilidades de compatibilizarlo con la vida familiar.
Uno de los mayores obstáculos al cambio de mentalidad son los prejuicios, y esto nos induce a ser más reflexivos. Hoy en día hay mucha gente que cae en reduccionismos que le impiden avanzar en el cambio de mentalidad que se hace necesario para poder aprovechar las oportunidades que nos presentan los cambios que estamos viviendo. Uno de los prejuicios más frecuentes es la resistencia a aceptar las nuevas modalidades de trabajo, y se debe a caer en el error de creer que para trabajar se precisa tener un contrato de trabajo. La legislación laboral define el contrato de trabajo como aquél en el que el trabajador se compromete voluntariamente a prestar sus servicios retribuidos por cuenta ajena dentro del ámbito de organización y dirección del empresario, no obstante, el Estatuto de los Trabajadores no entra en definir las amplias modalidades de trabajo que pueden desarrollarse fuera del ámbito de organización y dirección del empresario, esto es, de manera autónoma, y actualmente son muchas las empresas que demandan trabajo de profesionales pero se intenta fomentar la autonomía de quien realiza el trabajo para potenciar su creatividad y conseguir así una mayor flexibilidad de la organización productiva para adaptarla mejor a las necesidades de los clientes.
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