martes, 5 de octubre de 2010

Nacer Emprendedor I

Schumpeter (1912) ha desarrollado el concepto de “destrucción creativa” para describir la capacidad transformadora del empresario; un individuo “capaz de sistematizar ideas e implementarlas” tiene que poseer la destreza de ver al mundo con ojos diferentes, ser capaz de poder transformar ideas en negocios sobrepasando las dificultades de los cambios y saber tolerar las presiones inherentes a los paradigmas vigentes en su contexto socioeconómico y tecnológico.
En concordancia, para Amar Bhidé (1999) las competencias emprendedoras que transforman «ideas» en «hechos» se focalizan sobre unas pocas “claves estratégicas”: 1) evaluar las oportunidades y descartar aquellas que implican riesgos con recompensas poco atractivas, 2) concentrarse en los pocos factores importantes de un emprendimiento descartando lo que meramente coincide con el gusto personal o la creencia que “podría ser interesante” y 3) integrar la acción al análisis de la idea.Una vez que el emprendedor puede aplicar una mirada diferente sobre hechos frecuentes, el impulso emprendedor radica en la «capacidad de ejecutar la idea» y no en «el rasgo original de la idea».
Quizás el ejemplo más claro de este comportamiento descripto como “destrucción creativa”, que Schumpeter desarrolló en 1912, sea el caso del Sr. William Gates (CEO de Microsoft, Inc.) cuando a los 19 años de edad, junto con su socio Paul Allen (21) fundó su multimillonaria empresa en esta capacidad de transformación anunciada por Schumpeter. El sistema operativo D.O.S. que Gates vendió a IBM para hacer funcionar los ordenadores personales no fue un “producto innovador”; se trató “simplemente” de un diseño mejorado de un sistema que él compró por un pequeño monto a Seattle Computer Products (Block y MacMillam, 1985).
Esta implacable fórmula, descripta por la misma conducta emblemática del Sr. Gates, sirve para demostrar que el éxito del emprendedor siempre depende de las ventajas que se puedan lograr al combinar una idea creativa con una capacidad superior de ejecución.
Otra revolucionaria destrucción creativa fue protagonizada por Dan Bricklin y Bob Frankston al crear “VisiCalc”, las primeras hojas electrónicas de cálculo (spreadsheet) inspiradas en la necesidad de solucionar un problema.
“Yo tuve suerte, no tengo ninguna duda sobre eso. En 1979, cuando mi compañero, Bob Frankston, y yo creamos VisiCalc nosotros no comprendimos el salto que iba a dar la industria de las computadoras personales, revolucionando la forma de almacenar la información y probar los escenarios financieros que permitieran probar cómo evolucionarían los negocios. Promediando mis estudios en Harvard Business School, yo me sentí muy contrariado trabajando sobre un estudio de caso, teniendo que calcular y recalcular manualmente cada uno de los simples pasos en una hoja de cálculo. Pensé que tenía que haber un camino mejor para hacer las cosas; me puse a pensar en solucionar mi problema y yo empecé a diseñar un programa de computadora para superar esas ineficiencias… Yo le expliqué mi idea a Bob Frankston, a quien conocí como estudiante en el MIT; él estaba de acuerdo en intentar convertir mi primitivo prototipo en un programa que funcione. Después de trabajar con gran esfuerzo durante varios meses en el ático de la casa de Bob, nosotros tuvimos el presentimiento de que teníamos «algo grande» en nuestras manos. El resto de la historia de VisiCalc está repleta de los usuales vaivenes y transformaciones, sin mencionar algunos de los difíciles descensos (caídas). Pero ese pequeño y frío software es todavía considerado como el primer quiebre profundo dentro de la industria de las PCs y, para mayor sorpresa mía, he tenido que resignarme a ser considerado por ser “el (famoso) padre de la hoja electrónica de cálculo”. (Bricklin, 2001)
Estos casos de emprendedores “nacidos naturalmente” poseen connotaciones que también pueden verificarse, en mayor o menor medida, en cualquier historia de cualquier emprendedor que Ud. conozca en su círculo más íntimo de relaciones. Realice su propia verificación, conversando con ellos, y encontrará tres hechos recurrentes:
Los emprendimientos surgen naturalmente, se nace naturalmente emprendedor, hay una inspiración que provoca un evento emprendedor que transforma ideas en hechos como una secuencia natural.
En general, la destrucción creativa, de la que nos hablaba Schumpeter, o el momento de la intención (Kruger), o de la actuación (Schapero) emprendedora, es un evento con rasgos innovadores basado en ideas simples que procuran solucionar algún problema complejo u ofrecer una nueva solución a algún viejo problema.
Para que una idea devenga en negocio hace falta la voluntad y el conocimiento para que eso ocurra y un ambiente propicio que aliente el comportamiento del emprendedor
“Nacer naturalmente emprendedor” requiere imaginación que enriquezca a la inteligencia. Es necesario cierto grado de inteligencia para crear soluciones, pero hace falta imaginación para hacer que esas soluciones resulten simples y atractivas.
Las lecciones de casos como los de Bricklin siempre concluyen en que lo más frecuente, en nuestras vidas, son los tiempos plagados de dificultades de todo tipo, pero que el “trabajo de emprendedor” conlleva muchas más alegrías que disgustos.
Además de claridad en la visión de lo que se quiere lograr y algún talento (siempre perfectible) para lograrlo, las lecciones de los “exitosos” nos conducen a revalorizar algunas virtudes claves que merecen ser talladas en la profundidad de nuestra personalidad naturalmente-emprendedora:
La pasión por el trabajo en donde los desafíos nos resulten más atractivos que los premios.
La humildad para prestar atención a las sugerencias e indicaciones de quienes nos preceden en el camino, capitalizando su experiencia pero también sus sentimientos. De alguna manera, la humildad es una virtud que involucra prestarle atención a la información que contradice nuestras creencias y nuestros propósitos; debemos tener en cuenta que hay cosas que nos gusta escuchar y cosas que necesitamos saber que pueden o no coincidir con lo que queremos que se nos diga.
El amor.  Amar lo que se hace, amar lo que logramos con lo que hacemos. “Si usted quiere arreglar su futuro, empiece arreglándose usted mismo. Ante la guerra y la recesión, lo que el mundo de las empresas necesita es menos codicia y más amor… Ahora más que nunca, el camino a la prosperidad se pavimenta con el compromiso con la generosidad. Mi experiencia en “Victoria’s Secret” me enseñó el tronco de los factores críticos para el éxito profesional, las partículas elementales del amor en los negocios. Ellos son: el conocimiento, las redes y la sensibilidad… Todo su conocimiento no sumará mucho si usted no tiene una red de personas para compartirlo y bastante sensibilidad para entender que el éxito de las personas, en esa red, es un resultado directo de su propio éxito” (Sanders, 2001).
Evitar la «trampa del ego», considerando la diferencia entre hundirse en el fondo del mar y montarse sobre la cresta de las olas. Debemos aceptar que cada uno de los desafíos empresarios posee aspectos que están afuera de nuestro control. Nosotros, no somos nuestros negocios. En los «días oscuros», cuando las cosas no van bien, tenga presente que sus fracasos no lo transforman en un individuo horrible, ni despreciable. Igualmente, cuando su emprendimiento alcanza algún logro no se sienta un genio insuperable ni, mucho menos, un ser sobrenatural. El fracaso y el éxito emprendedor no son los extremos del mundo.
Autor  Mario Dehter
Fuente: jcvalda.wordpress.com

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