Evadir o eludir ambos impuestos, a pesar de los cada vez más importantes esfuerzos de la SUNAT, es todavía posible para una gran mayoría de peruanos, de toda condición social. Y es muy importante hacer hincapié en este último aspecto pues, si bien cuando se habla de delitos tributarios se suele pensar en el pequeño comerciante informal, al escribir esta líneas todavía sigue prófugo de la justicia el ex vicepresidente de CONFIEP y presidente de CAPECO, quien ha sido condenado por el delito de defraudación tributaria. La CONFIEP y CAPECO, por supuesto, son gremios que agrupan empresas que de pequeñas no tienen nada.
¿Cómo es posible que, a pesar de tener una agencia de recaudación tributaria competente y relativamente moderna, siga siendo posible que tanto el empresario más pequeño como el más grande le saquen la vuelta al Estado y dejen de pagar los impuestos que les corresponde? No hay una respuesta sencilla ni única a esta pregunta pues confluyen una serie de factores. Sin embargo, probablemente el 80% de la respuesta sea que la fiscalización del pago de ambos impuestos es muy difícil y costosa en una economía atomizada (con un gran número de empresas) y con un bajo valor de transacción promedio. Por eso, reducir cada punto adicional de evasión le cuesta tanto a la SUNAT y por eso es que con frecuencia nos quejamos de que se concentre en fiscalizar a los mismos de siempre (las empresas formales y más grandes). Lo que hace la SUNAT es absolutamente racional pues concentra sus escasos recursos de fiscalización en los contribuyentes donde estima que podría obtener una mayor recaudación.
¿Y qué hay de los demás? Utilizando el IGV o el impuesto a la renta como los tributos principales de recaudación es muy poco lo que se puede hacer diferente. Sin embargo, existe un impuesto bastante progresivo (grava menos al pobre y más al rico) que se recauda con relativa facilidad y del que suele ser bastante difícil escaparse. Se trata del impuesto predial, el impuesto preferido por los economistas y odiado por los propietarios de predios.
Además de ser relativamente fácil de recaudar, pues las propiedades no se mueven y existe siempre el interés del propietario por tener regularizada la titularidad de su propiedad, según un estudio realizado por el OCDE (2008), el impuesto predial genera la menor cantidad de distoriones en la economía por cada dólar de ingresos que genera. La razón es bastante simple: cuando se sube el IGV, por ejemplo, se genera un desincentivo al consumo; cuando se sube el impuesto a la renta, se genera un desincentivo al trabajo. La reacción de los consumidores ante ambas alzas es comprar y trabajar menos, respectivamente. Cuando sube el impuesto predial, la única salida que podrían tener los contribuyentes sería vender sus propiedades. Por supuesto que una subida del impuesto predial podría desincentivar la venta de nuevas propiedades. Sin embargo, una vez que las propiedades están construidas y tienen dueño, no hay escapatoria.
A pesar de que el impuesto predial es mucho más progresivo que el IGV, pues este último grava más al pobre que al rico, no es muy popular. Sin embargo, para un país con altos niveles de informalidad sería un tributo cuya recaudación sería muy costo eficiente tanto en buenos tiempos como en malos y que, además, permitiría ampliar la base tributaria de manera significativa: un empresario puede manejar su negocio de la manera más informal posible pero lo más probable es que su casa esté adecuadamente registrada como suya ante las autoridades competentes. ¿Por qué no aprovechar esta oportunidad?
Fuente: Proexpansion.com/