Tanto las organizaciones como los ejecutivos necesitan trabajar de manera sistemática en un plano eficiente y adquirir el hábito de la efectividad.
La eficacia puede y debe ser aprendida. No surge por sí misma. Es algo que se adquiere con la práctica.
Todo ejecutivo debe ser efectivo. Ya trabaje en una empresa o en una repartición estatal, en un hospital, en la universidad o el Ejército, se espera de todo ejecutivo que mande hacer lo que debe hacerse.
La inteligencia, la imaginación y el saber son esenciales, pero únicamente la efectividad los convierte en resultados.
Peter C. Drucker recomienda varios pasos esenciales para una administración eficaz. Uno de ellos es la administración del tiempo. El registro asiduo de nuestro tiempo nos alienta y mueve a ascender en el camino de la efectividad.
El ejecutivo es instado a enfocar su trabajo desde el ángulo de la "contribución externa", va de la eficiencia al estudio de los resultados.
En esta etapa, el ejecutivo se autodisciplina y se pregunta qué contribución ha de realizar. La respuesta a tal interrogante debe obligarlo a exigirse a fondo, a pensar sobre sus fines y los de la organización y preocuparse por los valores.
Tal pregunta incita al ejecutivo a asumir responsabilidades, en vez de actuar como un subordinado que se concreta a "complacer al jefe".
Otro paso consiste en "hacer productiva una fuerza". Es, fundamentalmente, una actitud que se manifiesta en la conducta. Significa aprender mediante la acción y desarrollarse a través de la experiencia. Al hacer productiva una fuerza, el ejecutivo integra los fines individuales con las necesidades de la organización.
Lo que ha de hacerse y el orden a seguir deben ser claramente expresados. Al apoyarse en tales puntos de referencia, es de esperar que el ejecutivo se desarrolle y se habitúe a actuar con criterio responsable.
Hay algo importante para el autodesarrollo de un ejecutivo: la adquisición de conocimientos y habilidades y la adopción de nuevos métodos de trabajo, a medida que avanza en su carrera. Ocasionalmente tendrá que olvidar viejos usos en sus labores.
El autodesarrollo del ejecutivo eficiente es esencial para el perfeccionamiento de la propia organización. La organización no sólo se torna cada vez más eficiente, sino también capaz de hacer diferentes cosas y de aspirar a otros objetivos. Esto, a su vez, torna a la organización más atractiva a los ojos de los individuos de grandes habilidades y aspiraciones, impulsándolos a ser más eficaces y laboriosos.
La eficacia del ejecutivo, por ser este el más importante trabajador cerebral, su nivel, sus pautas y sus autoexigencias determinan en gran parte la motivación, el rumbo y el empeño de los otros trabajadores intelectuales que lo rodean.
Una organización tiene mejor personal porque fomenta el autodesarrollo a través de sus normas, sus hábitos y su clima. Ello, por otra parte, es producto del autoentrenamiento sistemático, concentrado y definido de las personas que aspiran a ser eficientes ejecutivos.
Por: Óscar Rodríguez Vargas / El Peruano