¿Sabías que eres un inversionista?
¿Tomas conciencia de que vienes haciendo inversiones desde hace muchos años?
Quizá supongas que las inversiones son patrimonio exclusivo de la gente que está en el mundo de los negocios. Si piensas así, es un gran error. Esa gente puede estar realizando determinado tipo de inversiones. Pero también tú eres un inversionista.
¿O no estás eligiendo a cada momento en qué invertirás tu tiempo, energía, esfuerzo, dinero, etc.? A cada instante estás decidiendo en qué invertir tu vida. Te levantas cada mañana con un determinado nivel de salud, de fuerzas, de tiempo o de dinero. Ese es tu capital. Y a medida que avanza el día vas utilizando, para bien o para mal, ese capital.
Así como hay gente que asesora sobre cómo invertir en acciones u otro tipo de negocios, hoy me permitiré deslizar alguna sugerencia sobre cómo invertir este capital del que estamos hablando.
Voy a partir de una definición de éxito que encontré en el libro "El éxito a la manera de Dios" de Charles Stanley:
"El éxito es el logro continuo de llegar a ser la persona que Dios quiere que usted sea y lograr las metas que Él le ha ayudado a establecer".
Adhiero a esta definición de éxito porque no se relaciona con el nivel de popularidad o con nuestra cuenta bancaria. Apunta, por el contrario, a la conformación de un carácter y al cumplimiento de una misión específica.
Misión... inversión... capital... esfuerzos...
Hay un vínculo entre estos cuatro conceptos. Necesitamos conocer claramente cuál es nuestra misión específica en esta vida. No es algo que se descubra de un día para el otro; lleva su tiempo de maduración.
A mí me ha llevado bastante tiempo descubrir ese propósito de Dios para mi vida. Hoy lo puedo definir en estas palabras:
Ayudar a que otros descubran y desarrollen el potencial que Dios les ha dado para cumplir una misión en la tierra, y transmitir ese aliento de vida que viene de parte de Dios.
Esa es mi misión. Para eso estoy acá y mis elecciones diarias tienen que ser coherentes con esa misión. Debo invertir mi capital, mis esfuerzos en aquello que se vincule con esa misión. Tener presente esa misión me ha servido (y me sirve) para rechazar algunas ofertas que parecían tentadoras, pero que me alejaban de este propósito.
Por allí empecemos a tomar decisiones sobre cómo invertir nuestro capital. Si sabemos cuál es la meta, nuestras pequeñas decisiones de cada día deben estar alineadas con ese objetivo. Nuestra agenda no puede ser ocupada por cualquier cosa interesante.
Me encuentro por estos días con distintas personas que ya están agobiadas por haber aceptado responsabilidades que no tienen ninguna relación con su potencial y su misión. Los presionaron un poco. Dijeron que Sí y, si no logran revertir sus decisiones, van a hacerse mal a ellos mismos y a su entorno. Si dices que Sí a todo (o dices que No a todo) eres un mal inversor.
Tus actividades, tus relaciones, tu trabajo y cada una de tus decisiones tiene que apuntar hacia tu misión.
Amigo, no desperdicies tu capital. No te disperses variando tu agenda, tus metas o tus relaciones de acuerdo al último entusiasmo del momento. Estás para algo específico. Recuerda que "el que mucho abarca, poco aprieta". Selecciona bien tus inversiones. Que Dios te dé mucha sabiduría.
Fuente: Psicorecursos
Pcalderon
#988073982
No hay comentarios.:
Publicar un comentario